No se trata de un recorrido, un paseo ni una excursión al pueblo de El Regato. No.
Hablo del Colegio El
Regato donde trabajé 32 años, dando
clases a adolescentes estudiosos, responsables, críticos y reflexivos muchos;
algunos adolescentes descerebrados, muy pocos. Pues ahí he vuelto, de nuevo, a cumplir con el Contrato de Relevo. Nada de
volver a dar clases de Filosofía o Historia a esos nuevos adolescentes
Reflexivos/descerebrados. No. He vuelto a cuidar clases, a vigilar a los
alumnos, a sustituir a profesores. Siempre odié las guardias, las vigilancias,
las sustituciones. Pero este año me ha tocado y he sobrevivido. Además me han
cambiado de sitio, de nivel, de edades. He estado en Primaria, con niños de 7
años hasta los 12 años. Nunca había dado clases a niños tan pequeños.
Este nivel, estas edades, estas metodologías han sido muy
impactantes para mí. Acostumbrado al orden, silencio, respeto, autoridad… me he
encontrado con el ruido, la espontaneidad, el desorden, la cercanía. !
Impactante, muy impactante! He cuidado una clase de Scrach, he vigilado una
sesión de juegos matemáticos, he
aplicado el método Kagan, he vivido una
sesión de Coaching… y más metodologías modernas..Pero también he cantado con
ellos la tabla de multiplicar, les he ayudado en cuestiones de lengua,
geografía… Y , sobre todo les he contado
historias (anécdotas y salidas al monte con alumnos mayores). Y es que no sé cuidar, vigilar una clase,
poniendo simplemente orden. Necesito interactuar con el grupo humano. Necesito
comunicar algo, comunicarme, escuchar.
A pesar de las edades, mi inexperiencia y mi impaciencia… la comunicación ha resultado,
ha fluido y, aunque muy cansado, ha sido gratificante. Esto no se puede decir, pero
es verdad .Al principio me preguntaban, alguno, que si tenía más de mil años.
Otros que por qué tenía los dientes torcidos. No pocos que si había dado clase
a sus hermanos mayores.. Luego descubrían y me lo hacían saber que yo había dado clase a
sus padres.. ¡Qué fuerte!
Y así he pasado por
20 clases distintas. Unos 450 alumnos nuevos en mes y medio. Con todos
he interactuado, en todos he puesto un poco de orden y a todos les he contado
la misma o parecida historia. De la necesidad he hecho virtud y para no
aburrirme y para imponer orden y silencio, les contaba una historia. Y casi todos
han alucinado, se han divertido, han escuchado y se han sorprendido. Las viejas
metodología también funcionan todavía, a pesar de la era de la informática.
Preferían la historia a una película. Yo alucinaba. Y en todo este proceso te
daban una cosa: Cariño.
¿Repetirías? Pues, no. Ya voy mayor y al abuelo cebolleta se le acaban los
cuentos. De la necesidad hagamos virtud y
saquemos siempre el aspecto positivo de las cosas.
Mis dos hijos te han conocido estos días (11 y 6 años). Ellos no podrán recordarte como yo, como el profesor que me hizo entender la historia y disfrutar de ella, pero ambos han hablado muy bien de ti, y eso no siempre ocurre.
ResponderEliminarSeguiré explicándoles los hechos históricos con sus causas, su desarrollo y sus consecuencias, que a la vez son causas de otro hecho histórico. Y les diré que así me lo enseñaste tú. Gracias.
Álex
Se aprende mucho con estos pequeñajos, es una pena que no coincidiéramos cuando estuve de prácticas. Seguro que has sabido captar la atención de los chavales tal y como hacías con nosotros, lástima que no hayan podido tenerte como profesor a una edad más avanzada (es toda una experiencia). Por cierto, dice mi prima (6º Primaria) que eres un profe muy majo jajaja
ResponderEliminarCada edad y ciclo educativo tiene su cosa, y me parece bonito pasar por la experiencia de enseñar a todos ellos. Un profesor puede ser influenciable en sus alumnos a cualquier edad. Debe ser bonito la experiencia de tantos años en un colegio formando a sus chavales :)
ResponderEliminarUna experiencia más, se ve que ibas exceptico pero has sacado una experiencia interesante. He buscado lo del método Kagan, toda la vida haciéndolo como dice y no sabía que tenía nombre :)
ResponderEliminarTambién has sido profesor de maestros. Un placer escucharte cuando coincidíamos en el comedor.
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